En unos días el año acaba. Pero el amanecer estará presente. Y cada mañana, la hora más benigna, mostrará la cara imperiosa de una utopía. Que no será social, pues esta se diluyen gracias a la dual naturaleza humana. Será personal y llevará impresa la cara de dos pequeños ángeles que moran entre mis brazos.
Esa serenidad momentánea y matutina será cerrada, por algunas horas, por la cultura y lo "importante". Luego, mi rebeldía hará recuperar el sentido del amanecer y su ilusión de un nuevo comienzo. La rebeldía que implica mirar las cosas desde el interior, desde el lugar propio; la conciencia construida a lo largo de algunas décadas.
Pasar varios días con Brahms es afortunado. Hay tanto que entender, qué valorar, qué rescatar. Por ejemplo, el amanecer con sus obras finales. Pienso en la Sonata para piano y clarinete en mi bemol mayor, Op 120/2 , composición de una serenidad afortunada. Simple, sin duda. Pero construida con una enorme sabiduría. A este nivel, siendo 1894, al gran Brahms no le importa, en lo más mínimo, avanzar hacia nuevos territorios. Sabe que lo suyo es profundizar en las formas matrices. La exploración es para los jóvenes. Los mayores, tratan de comprender la naturaleza de la materia con la que se obra. Y eso se logra ahondando en lo que se sabe. Un interior que se mira sabiamente, estoy seguro que en el amanecer.
Los movimientos de esta composición son los siguientes: Allegro amabile, Appasionato, ma non troppo allegro y Andante con moto. El mismo Brahms, elaboró una versión para viola y piano. Personalmente me quedo con la original, es decir, para piano y clarinete. Pero reconozco que es más conocida la segunda versión.
Allegro amabile. Sonata para piano y clarinete Op 120 número 2 de Johannes Brahms
Appassionato, ma non troppo allegro
Andante con moto
Allegro amabile. Versión para viola y piano, transcripción por Brahms
No hay comentarios:
Publicar un comentario