El mismo hombre leyó The Tempest de Shakespeare, es el mismo hombre que escribió el Testamento de Heiligenstadt. Y en esa carta tremenda el maestro decía: “Nacido con un temperamento ardiente y vivo, hasta inclusive susceptible a las distracciones de la sociedad, fui obligado temprano a aislarme, a vivir en soledad, cuando en algún momento traté de olvidar es, oh, cuan duramente fui forzado a reconocer la entonces doblemente realidad de mi sordera, y aun entonces, era imposible para mi, decirle a los hombre, habla mas fuerte!, grita!, porque estoy sordo. Ah! Como era posible que yo admitiera tal flaqueza en un sentido que en mi debiera ser mas perfecto que en otros, un sentido que una vez poseí en la mas alta perfección"
Y más adelante escribe con fuerza: "Oh Dios, tú miras desde lo alto en el fondo de mi corazón, y lo conoces, sabes que en él moran el amor a los demás y el deseo de hacerles el bien! Vosotros, hombres, si leéis un día esto, pensad que habéis sido injustos conmigo, y que el desventurado se consuela al encontrar a otro desventurado como él que a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, hizo cuanto estaba a su alcance para ser admitido en el rango de los artistas y de los hombres de elección".
Ese fue el tenor del Testamento de Heiligenstadt, escrito en 1802 y dado a conocer después de la muerte del maestro. Y ese 1802 compone la sonata para piano en re menor número 17 N. 2 Op 31 "La Tempestad". Años en el que el volcán esta en plena erupción, con tal fuerza que partiría el universo y se lo propusiese. Pues entre 1801 y 1812, once años, el maestro realizó uno de los mayores esfuerzos de renovación de la historia de la música. En todo ese proceso, Beethoven avanza a pasos agigantados. Y resulta sorprendente cómo una corteza cerebral es capaz de producir todos esos sonidos poderosos, en la altura y en el abismo. En esa década, se define el paso del clasicismo al romanticismo. Todo retorno al pasado será en vano, por no decir ingenuo. Es cierto, en la sonata "Patética" de 1799, ya se vislumbraba el alud.
Ayer y hoy el amanecer me regaló la "La tempestad", interpretada por la Helene Grimaud. He escuchado y he admirado versiones históricas como las de Richter, Gould, Kempff, entre otros. Sin embargo, hace tiempo buscaba otra versión. Quería un Beethoven con otra temperatura; menos místico y menos universal; más natural, terrestre y ligado a la existencia individual. Pienso que Helene Grimaud me ofrece ese Beethoven, una tempestad que termina, un Testamento de Heiligenstadt que logra superarse. Como realmente pasó.
Tercer movimiento: Allegro. La Tempestad N. 17 N. 2 Op 31.Ludwig Van Beethoven. Piano: Helene Grimaud
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