Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por la West-Eastern Divan ,
que fundó con el intelectual palestino Edward Said, Daniel Barenboim (Buenos
Aires, 1942) ha dirigido a las mejores orquestas del mundo. Esta tarde llega al
teatro de la Maestranza
(mañana actúa en Cádiz) con sus músicos más jóvenes, principalmente árabes e
israelíes, después de realizar un memorable Concierto de Año Nuevo al frente de
la Filarmónica
de Viena.
Durante la entrevista con ABC,
realizada el viernes por la noche, se fuma un puro. «El primero me lo fumé con
14 años, regalo de Arthur Rubinstein -dice-, porque yo entonces no me los podía
permitir. Ahora, por suerte, sí. Y no hay mejor momento del día para mí que el
puro que me fumo después de desayunar». Domina seis idiomas, entre ellos el
hebreo, el alemán y el ruso, la lengua vernácula de su mujer, la pianista Elena
Bashkirova. En el ensayo que acaba de terminar en un hotel de Bormujos con su
amado «Diván», corrige en inglés a un joven violinista, al que le pide que coja
el instrumento más suavemente, «no como si estuvieras ordeñando las tetas de
una vaca».
-Usted que dirige a las principales orquestas del mundo, ¿nota mucho el
cambio cuando tiene que dirigir a una orquesta como el «Diván», formada por
músicos tan jóvenes?
-No, porque yo los trato como si
fueran los músicos de la
Filarmónica de Viena. Yo no digo «ay, pobrecitos, qué jóvenes
son, no van a poder llegar». Yo trabajo con el Diván igual que en Viena y
Berlín. Y llego a los ensayos empujando para que lleguen. No llegan todos,
evidentemente. Y la gente joven, aunque no tenga tanta experiencia, a veces
tienen mucho entusiasmo. Y si tienen curiosidad, todo es posible. Yo he
dirigido el «Tristán e Isolda» más de 120 veces y le prometo que el nivel de
esta orquesta no es menos alto que el de grandes orquestas que he dirigido en
Bayreuth.
-Dicen que se mete mucho con sus músicos, cuando no hacen lo que usted
espera de ellos. ¿Tiene mal genio?
-Si uno es considerado como un
genio, necesariamente, parte del genio es malo (risas). Más en serio, le digo
que yo creo que tengo mucha paciencia. Donde no tengo paciencia suficiente, es
cuando veo que la gente no da todo lo que tiene o cuando están cortos de
curiosidad y entusiasmo. Admito que en estos casos no tengo la menor
comprensión. Si usted lo llama mal genio...
-Además de esa impaciencia, muestra a menudo un gran sentido del humor
sobre el escenario. Lo ha demostrado en el Concierto de Año Nuevo en Viena.
¿Hacer alguna broma antes del concierto o algún gesto cómico ayuda a que el
público se relaje, o lo hace para relajarse usted?
-Ni una cosa ni la otra. Yo soy
así.
-Fue usted un «niño prodigio» y dio su primer concierto de piano con 7
años. Y a partir de ahí ya no paró. Para llegar a donde usted ha llegado, ¿ha
tenido que evitar muchas zancadillas o buscarse apoyos o padrinos que le
ayudaran como Arthur Rubinstein?
-Claro que he tenido que sortear
zancadillas y no tanto buscarme apoyos como gente de la que aprender. Eso es
más importante que el apoyo.
-Es muy amigo de Zubin Mehta y de Claudio Abbado. ¿Se aprende solo de
los buenos?
-He aprendido mucho de ellos,
pero también he aprendido de los malos. He ido a ensayos de directores que no
me gustan para aprender cómo no hacer ciertas cosas.
-Visto desde fuera, el mundo de la música clásica parece un mundo
propicio al cultivo de grandes egos.
-Mire, alguien que pretende subir
al escenario aspirando a que dos mil personas vengan a oírle, no puede tener
muchos defectos de ego, ¿comprende? Hay que tener un poco de ego. La ambición
es casi una palabra negativa hoy en día, pero si no tienes la ambición de
conseguir algo, no lo vas a conseguir. Pero el talento que tengas siempre tiene
que ser superior a la ambición.
-¿Usted siempre ha querido ser el mejor, como Cristiano Ronaldo?
-Me encanta el fútbol y creo que
querer ser el mejor no solo no es malo sino que es absolutamente necesario. Un
pianista no puede pretender ser solamente modesto y que se conozca su nombre y
que haya dos mil personas dispuestas a pagar por oírle. Creo que hay que tener
el porcentaje exacto de modestia y autoseguridad. Solo con modestia no
funciona, solo con seguridad, tampoco. Hay gente que dice que no hay que ser
egocéntrico, pero yo digo que egocéntrico no es mala palabra. Sí lo es egoísta.
Si tú no te ocupas de tus angustias, de tus ideas, de tus deseos, de tus
problemas, ¿quién se va a ocupar? Yo creo que cualquier ser humano y un artista
aún más, tiene que ocuparse mucho de sí mismo.
-¿Se siente angustiado a menudo o en cierto modo inseguro?
-Todos los días.
-¿Y cómo lo supera?
-Con concentración. Esto es muy
importante. Pero yo he tenido mucha suerte porque empecé muy joven. Siempre
viví una vida doble, de niño, cuando iba al colegio y jugaba al fútbol en la
calle, y de noche dando conciertos. Y esto me ayudó mucho a concentrarme de
forma inmediata. Muchos de mis colegas y amigos tienen gran dificultad para
concentrarse, pero para mí es automático.
-Si el público no aplaude lo que usted espera o cree que merece tras un
concierto; ¿es el público el que se ha equivocado o es usted?
-Es muy difícil contestar a esa
pregunta en abstracto. Lo más importante para un artista es tener una capacidad
de autocrítica muy desarrollada. Y no depender de la opinión de los otros. Si
yo pienso que toqué mal, las buenas críticas o el éxito de público no me van a
hacer sentir mejor.
-Cuando uno lleva tantos años dirigiendo y tocando todo el repertorio y
ha dirigido cientos de veces, por ejemplo, la «Cuarta sinfonía» de Bruckner,
¿cómo se motiva para hacerlo de nuevo, aparte del dinero que le pagan por ello?
-Ser músico es un privilegio y el
hecho de tener el privilegio de hacerlo una y otra vez es motivación de sobra.
La riqueza de la vida interior de un músico es mucho mayor que la de una
persona que no tiene la música en su vida. Si uno tiene que hacer un esfuerzo
para motivarse que cada vez que sube a un escenario, no merece ser músico.
-¿La música clásica y la ópera no son demasiado elitistas?
-No. Los que la controlan, los
gobiernos y la gente que da dinero privado son elitistas. El problema no está
en la música sino en la educación.
-Eso de que no se le de importancia, anima a los gobernantes a recortar
en teatros líricos, cultura, etcétera, sin sufrir mucho desgaste social, a
diferencia de otras partidas digamos más populares...
-Por eso le digo, que si hubiera
educación, no sería elitista, porque la música clásica en sí misma no lo es.
Una cosa es elitista cuando hay poca gente que se la puede permitir. En el caso
de la música clásica, es porque no se le dan los instrumentos a la gente para
que pueda conocerla y disfrutarla.
-La música clásica y la ópera atraviesan un momento muy delicado en
España por los recortes públicos.
-España es un país al que amo,
porque tengo casa aquí más de 30 años, y ha atravesado un momento espantoso, de
mucho sufrimiento y esfuerzo, del que creo que ya está saliendo. Pero los
gobiernos tienen el deber moral y económico de apoyar a la cultura. No se
pueden lavar las manos. Ningún teatro de ópera puede funcionar solo con dinero
público o solo con dinero privado.
-La media de edad del público que va a las óperas y a los conciertos de
música clásica roza los 50. ¿Qué haría usted si dirigiera un teatro para que la
gente joven se aficionara?
-Mire, la gente joven joven nunca
ha venido. Cada generación se dice lo mismo, pero no es verdad.
http://www.abc.es/cultura/musica/20140119/abci-entrevista-daniel-barenboim-201401182150.html
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