Claudio de Lorena. Puerto con embarque de la Reina de Saba. 1648 |
En la pintura de Claudio de Lorena (1605-1682) se unen los tiempos. Lo que une las edades del hombre es la luz y el horizonte. Siempre hay un camino que nos lleva al ocaso. Pero como suele ser en estos casos, el crepúsculo puede ser la intuición de los ciclos del renacer constante. En la pintura de Claudio de Lorena no hay una "historia del error", pues no importa que el verdadero mundo sea, finalmente, accesible al sabio, al cristiano, al filósofo nórdico o al científico. No importa el mundo real. Aquí todo es posible, la constante horizontal, la luz, el ocaso, la aurora, todos los tiempos de nuestro mundo.
La avenida de Middelharnis,
Meindert Hobbema, 1680.
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He caminado innumerables veces esa alameda. He visto al perro y al hombre. He olido el campo de alrededor y he conversado con el agricultor acerca del tiempo, de las nubes y de los relojes. Mis zapatos se han llenado de tierra y no me ha importado. He recuperado el sentido de la eternidad en un momento que recuesto sobre la hierba debajo de un árbol. Meindert Hobbema (1638-1709) estuvo aquí conduciendo mi camino hacia el infinito. Esta es la vida, me digo. Hacia el final todo es posible.
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