I
Escrito lúcido de Cioran: "Fuera de la música, todo, incluso la soledad y el éxtasis,
es mentira. Ella es justamente ambos, pero mejorados". Me quedo pensando: ¿Por qué persisto en la música? La respuesta: me permite existir, me permite persistir. ¿De qué modo existir? Mi modo de existir es pensar. Eso me ofrece la música.
II
Hoy miraba el mundo tras el telón sonoro de las sonatas para viola da amore y clavecín de Doménico Scarlatti. La realidad mundana tenía otra forma de presentarse. Estetizada por la distancia de la música de Scarlatti, adquirió el dominio de cierta tristeza.
III
Una gran riff - bluseado y cerebral- de Joe Bonamassa se eleva en este amanecer, mientras la ciudad se sumerge en la luz de la mañana. Sonidos así, también son necesarios para andar por la calles del mundo. Son formas abstractas que pueden ubicarse en el mar de los objetos singulares. Energía del mejor bluesman de hoy que me lleva redescubrir la segunda ley de la termodinámica.
IV
Meditación para una clase de estética, búsqueda de opuestos formales para evidenciar las construcciones del orden. Frente a frente, imagino, en diálogo, la sonata "Tormenta" de Liszt y "Para Alina" de Pärt. ¿Entenderán?, me pregunto. ¿No son estas obras dos extremos de mi condición?
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