Orfeo de Tracia |
Ahí están mis discos, mis innumerables discos. Nunca los he contado. Lo hice hasta hace unos ocho años, cuando aun me era posible reconocerlos. Pero desde hace un tiempo, ya no lo hago. Dejo que siga creciendo su número hasta donde el espacio y la vida lo permita.
Más allá de la indeterminación cuantitativa, mis discos son testigos de lo que ha ido ocurriendo en mi existencia. Y son símbolos de lo que constituye mi experiencia como humano. Todo pasa, todo podrá irse; lo que va del ser al no-ser. La contingencia. Pero lo que sigue, me acompaña, me comprende, me arropa, me conmueve y permanece con la mayor lealtad, es mi música. Lo necesario.
No creo que me pase lo que ocurrió a Orfeo una vez que perdió a Euridice por segunda vez. No creo que pierda a la música. Estoy seguro que no la perderé jamás. E incluso, estoy convencido que tras mi encuentro con la muerte, me habré convertido en música. Seré libre en esa transmutación final. Nada me atará, nada me encadenará. Andaré por el espacio ilimitado y al fin podré ser yo mismo.
Spiegel im spiegel de Arvo Pärt. Una de mis posible transmutaciones después de
la muerte.
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