La música es luz. La música ilumina. Ilumina cuerpos donde el espacio tiempo nos da el beneficio de la cosa en si. Un sólo de violín de Bach irradia tanta luz como toda una supernova. Un movimiento de una sinfonía de Schubert sirve para describir el devenir de la luz desde el gran estallido hasta nosotros que vemos el día florecer en el alba. Un sólo de violonchelo de Britten puede mostrar a la luz en su estado natural, como el primer rayo de sol que llegó a la tierra hace 4,000¨000,000 de años.
No hay día que no vea el actuar de la música convertida en luz. En afirmación de la materia iluminada sobre la materia oscura. En los últimos días me quedo pensando, largamente, en la naturaleza de la luz sobre los objetos. Mi mirada se queda extasiada en ver cómo la luz nos permite una perspectiva diferente con las cosas. El ver se transforma en un diálogo con los entes iluminados. En ese mismo sentido, el efecto de la música sobre los objetos adquiere dimensiones lumínicas. Y así la música, movimiento en si misma, abraza la dinámica de la luz. Pero aquí paro de escribir, pues empiezo el soliloquio íntimo con cosas que sólo yo, en este momento, puedo intuir.
Adagio de la sonata para violín n.º1 BWV 1001 de J. S. Bach. Luz que podría iluminar el universo entero al momento de llevarnos al éxtasis.
Allegro Moderato de la Sinfonía en si menor D 759 de F. Schubert. Siempre asumo que la luz que viene desde el "Big Bang", tiene su secuencia y desarrollo en este movimiento de una dramatismo heroico evidente. Llegado el momento de mayor poder emoción, puedo ver el viaje de la luz en la amplitud del universo.
Llega el sol quemante de un mediodía. La luz que todo lo abraza. Es el Canto Primo de la suite para violonchelo Op 72 de Benjamín Britten. Mi corazón se extralimita en el imperio de la luz en su función vital. Me elevo sobre los rayos a regiones habitadas en mi éxtasis por lo real. Ya nada me detiene. Estoy en un viaje sin retorno.
1 comentario:
Gracias amor..
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