Sólo habitar desde esta música. ¿Me acerco? ¿Me alejo? La distancia marca la forma de comprensión y las fronteras de esta comprensión. Así, por un momento, esta música en su cercanía me llega a decir cosas que en otras circunstancias no lo haría. La perpetuidad y la contingencia se unen en esta audición. Lo que permanece y aquello que se diluye. Es la existencia así.
Hoy la vida se diluye lentamente. El existir se oculta tras cierta conciencia de la nada, que no ahondo para no hacerla trágica. El salto al vacío es casi inminente desde esa perspectiva. Pero es esa música, oída a modo profundo, la que me despierta del sopor de la tristeza. Tampoco la que genera algarabía. La música que logra exhalar cierta paz es esa música.
Escucho a Giulio Caccini. Y es en este momento lo que sólo quiero escuchar. Se que hay música que no merece preguntas. Este es un caso de esos.
Dolcissimo sospiro
Ch'esci da quella bocca
Ove d'amor
ogni dolcezza fiocca ;
Deh, vieni a raddolcire
L'amaro moi dolore.
Ecco, ch'io t'apro il core,
Ma, folle, a chi ridico il mio martire ?
Ad'un sospiro errante
Che forse vola in sen ad altro amante.
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