Leo la amplia biografía comentada de Einstein escrita con pasión y erudición por Walter Isaacson. Y en ella trato de ubicar los instantes en los que el gran científico y sabio daba rienda suelta a su apasionada melomanía. Así transcribo los siguientes párrafos de modo aleatorio:
"Einstein estaba pasando el verano de 1939 en una casita alquilada situada en la punta norte del extremo oriental de Long Island. Allí salía a navegar con su pequeño barco Tinef, compraba sandalias en unos grandes almacenes locales e interpretaba a Bach con el dueño de la tienda" ( página 512)
"(Hacia 1895) La música seguía siendo una pasión para él. En su clase había nueve violinistas, y su profesor señalaba que en general sufrían de "algunas dificultades dispares en el dominio de la técnica del arco". Pero a la vez se elogiaban concretamente a Einstein: "Un estudiante, apellidado Einstein, incluso destacó por su interpretación de una adagio de una sonata de Beethoven con una profunda comprensión". En un concierto celebrado en la iglesia local, se eligió a Einstein como primer violín para interpretar una obra de Bach. Su "tono encantador e incomparable ritmo impresionaron al segundo violinista, que le pregunto: "¿ Que cuentas los compases?" "¡De ninguna manera!- repuso Einstein- Lo llevo en la sangre" (página 56)
"Su compañero de clase Byland recordaría a Einstein tocando una sonata de Mozart con tal - "!Qué ardor había en su interpretación¡"- que le parecía estar escuchando al propio compositor interpretándola por primera vez. Al escucharle, Byland se dio cuenta de que la apariencia bromista y sarcástica de Einstein era una coraza para proteger un alma interior más blanda: "Era una de esas personalidades divididas que saben cómo proteger, con un exterior erizado de espinas, el delicado ámbito de su intensa vida personal" (página 56)
"Lo que apreciaba Einstein en Mozart y en Bach era la estructura arquitectónica que hacía que su música pareciera "determinista" y, como sus propias teorías científicas favoritas, arrancadas al universo antes de ser compuestas. "Beethoven creaba su música", diría Einstein en cierta ocasión, pero "la música de Mozart es tan pura que pereciera haber estado siempre en el universo". También comparaba a Beethoven con Bach: " Yo me siento incómodo escuchando a Beethoven. Creo que es demasiado personal, casi desnudo. Prefiero que me den Bach y, luego, más Bach" (Página 65)
"Admiraba asimismo a Schubert por su "superlativa habilidad para expresar la emoción". Sin embargo, en un cuestionario que rellenó en cierta ocasión se mostró crítico con otros compositores de una forma que reflejaba algunos de sus sentimientos científicos: "Händel tenía cierta superficialidad"; Mendelssohn exhibía "un talento considerable, pero una indefinible falta de profundidad que a menudo lleva a la banalidad"; Wagner adolecía de una "falta de estructura arquitectónica que yo veo como decadencia", y Strauss tenía "talento, pero sin verdad interior" (página 65)
"(Hacia 1955) Cuando sus colegas, como regalo por sus setenta y cinco aniversario, le actualizaron el equipo de música que le habían regalado cinco años antes, Einstein empezó a poner repetidamente un disco de la RCA Victor de la Missa Solemnis de Beethoven. Era aquella una elección muy poco habitual en él por dos razones. Einstein tendía a considerar a Beethoven, que no era su compositor preferido, "demasiado desnudo, casi personal". Asimismo, sus instintos religiosos no llevaban aparejados a esa clase de símbolos. "Soy un no creyente profundamente religioso-le diría a un amigo que le había enviado una felicitación de cumpleaños-. Esta es una especie de nueva religión". (página 578)
Pues bien, quizás sería terminar este texto con el Kyrie de la Missa Solemnis, toda vez que el gran Einstein estuvo escuchándola en sus últimos días.
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