Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

viernes, 9 de mayo de 2008

Misericordia, Austria y el silencio

La grandeza de un alma se mide por el grado de compasión que experimenta ante el dolor ajeno. Por ello, sólo un corazón verdaderamente humilde puede ser compasivo. El soberbio es incapaz de colocarse en el lugar del otro. La distancia de su mirada, también le distancia del corazón sufriente. En grado máximo, la ausencia de todo tipo de compasión es la crueldad. El cruel puede hacer sufrir al otro sin ninguna consternación. No hay remordimiento, siquiera lástima.


¿Puede la música "expresar" compasión? Claro que si. Sin embargo, no es algo inherente a la composición, sino a quien se compadece. Es decir, un corazón compasivo podrá asignar a una determinada obra un carácter misericordioso. Como una música de fondo que acompaña a la experiencia del dolor ajeno o del dolor propio. Los cineastas han usado y usan a menudo este recurso. Un caso muy conocido es el de El Proceso (F. Kafka) de Orson Welles. El Adagio de Giazotto-Albinoni se escucha enfatizando el carácter trágico del film desde la escena inicial. Las tremendas vicisitudes de Joseph K. no generan la menor compasión de los que se interactúan con él. Por ello Welles recurre al popular Adagio para asentar el dolor del protagonista principal , tratando de conmover al espectador. En mi caso sí lo logro.

Otro ejemplo que se me viene ahora a la mente es el film de Oliver Stote "Pelotón" . En este caso, la obra "conmovedora" que se utiliza es el célebre Adagio para cuerdas de Samuel Barber. Hay un momento muy conocido. El actor Willem Dafoe, que representa al sargento Elías, es alcanzado por el fuego de las armas. Antes de caer, eleva sus brazos hacia el cielo, mientras el Adagio de Barber enfatiza el instante trágico. Efectiva escena que sirvió a Stone de cartel publicitario para Pelotón .


Hace unas semanas, todos supimos del caso tremendo de Austria. Tan tremendo que es imposible nombrarlo. Pero más allá de lo lacerante del hecho, lo importante ha sido la reacción masiva de toda la comunidad global a favor de esta mujer, congénere nuestra. ¡Cuánta compasión todavía habita en la mayoría de nosotros! Felizmente, más allá de toda la parafernalia relativista, la mayoría de la humanidad percibe qué es lo decididamente malo.


La mar de veces en las que me entero de cosas tristes, mi alma melómana no deja de asociar esas circunstancias a determinadas composiciones. Sin embargo, ante lo que ha ocurrido en Austria, me es imposible ubicar alguna obra. Pienso que el silencio, en este caso, expresa de mejor manera compasión y misericordia.


Introducción a El Proceso (The Trial) de Orson Welles (1962). En el fondo se oye el Adagio de Giazotto, basado en un adagio de Albinoni.





Adagio para cuerdas de Samuel Barber, utilizado por Oliver Stone en Pelotón (1986)


1 comentario:

Anónimo dijo...

No es lo mismo crueldad que frialdad. La ausencia de compasión corresponde más bien a la segunda. El caso austríaco ejemplifica precisamente eso: incapacidad para sentir algo del sufrimiento del otro.
En cambio, en la crueldad (como en los libertinos de Sade) se goza con el sufrimiento del otro y se llega a construir un discurso cínico y justificatorio. Tal es el caso de Joseph K. frente a los jueces del Proceso: éstos disfrutan con el dolor de aquél y lo justifican con las necesidades del sistema.
Extrapolando a los totalitarismos del siglo XX, ahí podríamos ver una diferencia entre el nazismo y el estalinismo: el criminal nazi es frío (banal, como Eichmann); el aparatchik stalinista es cruel y alude a la leyes inexorables de la historia.
¿Cuál es malo y cuál es peor?