El 9 de diciembre de 2015, escribí por última vez en Melomanía. Como dije en aquella oportunidad, las circunstancias que le habían dado origen y continuidad a mi blog, habían cambiado mucho con el paso de tiempo. Ya no era el mismo hombre que escribió tanto de lo que escribió por años.
Hoy que vuelvo a hacerlo, me reafirmo en la decisión de haber puesto punto final a Melomanía y otros estados sensoriales. Sin embargo, quiero terminar este periodo de mi vida mental compartiendo un texto final que, al mismo tiempo, será el inicio de los nuevos caminos por donde mi educación sentimental me conduzca.
Razón de ser, razón de amar, razón de vivir
para Claudia, por la razones que sólo tu sabes y sabrás bien.
Mi ser está presente en mi devenir. Yo soy el que está viviendo desde hace 46 años. Yo soy ese tiempo que transcurre de vida. Mi ser es mi tiempo. He transcurrido todos los días, desde aquel día en que nací. Sin embargo, aun cuando haya vivido todo lo que he vivido, la razón de ser, mi razón de ser, no está garantizada por el mero hecho de vivir desde que nací. Falta algo para que el ser, tenga razón de ser.
Y ese ser, adquiere razón de ser, por el amor.
Mi primer amor, vino de la naturaleza. Vino de mis padres que me engendraron con amor y me cuidaron con amor. Sus palabras de amor y sus actos de amor, me hicieron caminar, hablar, crecer. Y en aquel recibir tanto de ellos ( de Papá y de Mamá), mi corazón se hizo fuerte, se lleno de amor propio; amor propio que nunca - a pesar de los momentos graves- me ha abandonado. Porque hay una voz interior que me dice: "hijo, tu eres más". Esa voz me la insertaron desde pequeñito mi mamá y mi papá.
Mi segundo amor también vino de la naturaleza. Vino de mi hija y de mi hijo. Engendrados, fueron cuidados con un amor enorme. Esta querencia me hizo enseñarles a caminar, a hablar, a crecer. De ellos aprendí el sentido del sacrificio, del esfuerzo mayúsculo; también aprendí a gozar en la entrega, a disfrutar dando. Y en los momentos graves de mi vida, fueron sus presencias las que me impulsaron a la vida, derrotando las formas más diversas de la muerte. De algún modo, fueron sus voces las que me dicen: "papá, tu puedes más".
Mi tercer amor vino de una decisión de amor. Vino después de que la vida me había golpeado de un modo inusitadamente fuerte. A pesar de las secuelas que nos deja la experiencia del desamor, la voz interior que me dice "hijo, tu eres más" y "papá, tu puedes más", me llenó de valor para elevarme sobre mi propio desconsuelo. Y así, con alas y raíces, divisé el horizonte y elevé mi mirada más allá del bosque de edificios que se yergue delante de mi.
Esta es la historia de la decisión del amor.
Frente de mi, por años, a unos metros, estabas tu. Espontáneamente, el camino, el trascurrir, que va desde lo cortés hacia el querer, se fue dando de un modo indeterminado, sin plan ni estrategia. Sólo sé que llegó un momento en que tu amor se me presentó a un metro de distancia, en la misma mesa y tu amor y yo empezamos a conversar. Tiempo.
Mi mano tocó tu mano, Y mis brazos tomaron tus hombros. Caminamos tranquilamente en la noche de primavera que poco a poco se transformó en días, tardes y otras noches de primavera y de verano. Así, te vi y me viste. Supe que nadie en el mundo me había visto de ese modo. Me sumergí en tu mirada y pude viajar hacia el momento original de todos mis ancestros. Entendí porque las flores se habían cosechado para las mujeres de todos los hombres. Comprendí porque los enamorados le cantan al amor y bailan devocionalmente hacia el absoluto, aunque sólo sea una fugaz conjetura. Supe porque los sencillos son bienaventurados sólo por serlo. Y percibí que te alegraba mi susurro en tus oídos, que te alegraba que tuviera mis dos manos para tus dos manos, que te hacía feliz que bese el interior de tu exterior. Y entendí que el amor no precisa del dolor para ser amor. Y que el dolor está sólo en el mundo y se desvanece cuando una mujer en tu forma de mujer se acerca con un plato de puré con pollo a la plancha y te dice: "ya está servido, amor". Entendí que en el vasto universo alguien me había esperado en la puerta del paraíso, por un tiempo que no se podrá precisar en términos humanos y que sólo los que tienen corazón lo podrían entender.
Así, el día ocupó el lugar de la noche. Incluso, la noche te transformó en día a pesar de ser seguir siendo noche. Pudo mi corazón abrazar a mi cerebro por primera vez. Mi piel dejó de ser mi piel en un tejido de 750000 años de fe. La alegría no le quitó su lugar a nadie, más bien, abrazó a todos mis amores y los unió en sólo espacio por primera vez.
Todo esto fue posible porque te dije lo que debía decirte a ti, sólo a ti. Y tu, supiste bien de qué se trataba todo esto. Por eso mi mujer, mi arcoiris, habrá tanto qué cosechar, verdaderamente. Mi razón de vivir.
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