El Angelus, Millet |
Nuevamente el orden subyacente del mundo material que es descubierto por la mente que contempla. Nuevamente la conciencia que se maravilla por esos órdenes inmanentes. Luego, nuevamente, los artefactos hechos siguiendo el patrón del orden implícito. Primero la piedra labrada, luego, la vara ornamentada por la mano humana. Y así, la palabra transfigurada en poema, en rima, en métrica. Y así, la imagen, el volumen, el espacio. Finalmente, la "misteriosa forma del tiempo": la música.
Volver a la casa del arte es volver a vivir. Es respirar tranquilo sabiendo que en este mundo material la potencia del espíritu se forma y se reforma de inmensas maneras. Porque todo lo que quisimos y no quisimos nos fue dado, De esa manera, la materia de los sueños, de los ingenios, de las normas y hábitos abiertos a la infinitud, regresan a un corazón pensante que redescubre la potencia de lo que las manos y la mente humana hicieron con tanta certera inteligencia y amor.
Quiero compartir uno de los textos más hermosos que alguna vez he leído. Se trata de la parte final del Himno al Universo de Telhaird de Chardin, sacerdote jesuita y científico del siglo XX. Pensador profundo que muchos podrían visitar nuevamente en estos tiempos de auroras...
Bajo el Arco, Gaston la Touche |
HIMNO A
LA MATERIA
Por
Pierre Teilhard de Chardin
Bendita
seas tú, áspera Materia, gleba estéril, dura roca, tú que no cedes más que a la
violencia y nos obligas a trabajar si queremos comer.
Bendita
seas, peligrosa Materia, mar violenta, indomable pasión, tú que nos devoras si
no te encadenamos.
Benditas
seas, poderosa Materia, evolución irresistible, realidad siempre naciente, tú
que haces estallar en cada momento nuestros esquemas y nos obligas a buscar
cada vez más lejos la verdad.
Bendita
seas, universal Materia, duración sin límites, éter sin orillas, triple abismo
de las estrellas, de los átomos y de las generaciones, tú que desbordas y
disuelves nuestras estrechas medidas y nos revelas las dimensiones de Dios.
Bendita
seas, Materia mortal, tú que, disociándote un día en nosotros, nos
introducirás, por fuerza, en el corazón mismo de lo que es.
Sin ti,
Materia, sin tus ataques, sin tus arranques, viviríamos inertes, estancados,
pueriles, ignorantes de nosotros mismo y de Dios. Tú que castigas y que curas,
tú que resistes y que cedes, tú que trastruecas y que construyes, tú que
encadenas y que liberas, savia de nuestras almas, mano de Dios, carne de
Cristo, Materia, yo te bendigo.
Yo te
bendigo, Materia, y te saludo, no como te describen, reducida o desfigurada,
los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen
de fuerzas brutales o de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu
totalidad y tu verdad.
Te saludo,
inagotable capacidad de ser y de transformación en donde germina y crece la
sustancia elegida.
Te
saludo, potencia universal de acercamiento y de unión mediante la cual se
entrelaza la muchedumbre de las mónadas y en la que todas convergen en el camino
del Espíritu.
Te
saludo, fuente armoniosa de las almas, cristal límpido de donde ha surgido la
nueva Jerusalén.
Te
saludo, medio divino, cargado de poder creador, océano agitado por el Espíritu,
arcilla amasada y animada por el Verbo encarnado.
Tú,
Materia, reinas en las serenas alturas en las que los santos se imaginan
haberte dejado a un lado; carne tan transparente y tan móvil que ya no te
distinguimos de un espíritu.
¡Arrebátanos,
oh, Materia, allá arriba, mediante el esfuerzo, la separación y la muerte;
arrebátame allí en donde al fin sea posible abrazar castamente al Universo.
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