La revista Espacio Sonoro me ha realizado una entrevista sobre mi último libro. Comparto agradecido a César Zevallos esta gentil conversación.
Filosofía de la música for dummies
Encontrar un libro sobre música. Filosofía de la música. Que concibe la música no solo como historia o expresión social, sino como forma de pensamiento. Que lo haya escrito un peruano. Que sea contemporáneo, reciente, además de sugerente. Y con un lenguaje llano, explique las ideas sobre música en Karl Popper, la vida y obra de José Bernardo Alcedo (autor del Himno Nacional del Perú) y la perspectiva de Eugenio Trías sobre la Resurrección, sinfonía n° 2 de Gustav Mahler. No es nada usual que las librerías de Lima exhiban una novedad editorial con estos atributos e inquietudes. Por eso merece atención.
Ricardo Lenin Falla Carrillo, jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, ha escrito Indagaciones Sonoras. Diálogo entre la música y el pensamiento en tres movimientos, libro publicado a fines de 2023. Sus motivaciones y descubrimientos, su pasión por la música académica aunada a su visión teórica en humanidades, son el motor de esta entrevista.
―¿Cómo has desarrollado tu vínculo con la música?
Es una pregunta larguísima. El interés se dio en el momento que empecé a escribir sobre música. Mis primeros artículos datan de 1991, publiqué en la revista de la radio Filarmonía. Ahora cuando los he visto, son textos muy malos, con lugares comunes e información inexacta. Pero había mucho interés por profundizar en la historia de la música. (No soy músico, he estudiado filosofía.)
En casa, mi padre y mi madre me inculcaron el interés por la música académica. Desde niño, escuchaba con mi padre las obras más conocidas del repertorio sinfónico: la quinta de Beethoven, la novena de Dvořák, el primer concierto para piano de Tchaikovsky. Al ver que mostraba interés, mi padre me empezó a llevar a los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Teatro Municipal. Fue a finales de los 70’s. Cuando tenía 8 años, me regalaba vinilos de las obras más conocidas. Después, cuando era adolescente, estaba de moda el heavy metal, sobre todo en el barrio donde vivía (Pueblo Libre). Era la música rebelde de aquella época. En la universidad iba a la biblioteca a revisar libros, recuerdo mucho La historia de la música de Franco Abbiati, lo leía como parte de mi currículum interno. Esa historia me llevó a comprar música.
Después de mi veintena compraba discos compactos. Estaba acumulando mucha música. Esta relación entre historia y música, querer entender el contexto de los músicos, la estética, me llevó a otro nivel. En mi treintena, le comenté mi pasión por la música a un amigo que era sacerdote jesuita y pintor, José Francisco Navarro (quien me llevó a trabajar a la Universidad Antonio Ruiz de Montoya). Él me dijo que era un melómano. Así surge en 2007 mi blog Melomanía de Serialismo, debo tener dos mil artículos y cerca de un millón de visitas. Ese blog fue mi bitácora de crecimiento musical. Después, casi en mis cuarenta años, culmino mi tesis de maestría sobre las relaciones de la música y la vida de Karl Popper.
―En ese trayecto ¿has encontrado a personas, además de tus familiares, con las que compartían las mismas ideas sobre música, sentirla como una fuente de conocimiento común entre las personas que entienden ese lenguaje, y que a partir de ahí pueden recrear sus propias visiones?
No, ha sido un camino muy solitario. No conozco a algún filósofo de la música, pero sí a melómanos. Cuando encontraba alguien con quien podía hablar de música, me sucedía que mi conocimiento sobre determinados autores, era muy diferente a los de estas personas. Conocí a colegas con quienes compartía comentarios sobre algunas obras o compositores. Mi pasión ha sido muy personal, yo mismo hice mi plan de investigación de cada periodo musical y cómo compenetrarme con los repertorios. Leí mucho sobre filosofía de la música, sociología de la música, porque en el camino me di cuenta que no solo tiene una dimensión histórica o estética, sino antropológica, alrededor de la práctica y recepción musical. Aún comento con mis padres algo de esto, a mi esposa le gusta la ópera. Las indagaciones han sido muy personales.
Hay un momento esencial: conocer la filosofía musical de Eugenio Trías, la tercera parte de mi libro está centrada en el análisis que hace este autor sobre la segunda sinfonía de Gustav Mahler. Al leer El canto de las sirenas de Eugenio Trías, en 2007, pensaba que esto es lo que quise haber leído en toda mi vida. Era un filósofo que había penetrado con profundidad en la música. Comencé a reflexionar más. Simultáneamente, conocí a Daniel Barenboim, a quien admiro y he tenido la fortuna de escucharlo. Tiene un libro hermosísimo, El sonido es vida: el poder de la música. Para comenzar a pensar, esos dos libros fueron fundamentales. Todo lo que la música, a partir de su dimensión temporal, nos puede otorgar. Me hubiese gustado tener colegas o amigos con los cuales compartir.
―En tu libro mencionas que en la música podemos encontrar “argumentos, intelecciones, meditaciones, metáforas, teorías, especulaciones y, evidentemente, sentimientos y emociones”. ¿Crees que esta idea se puede llevar a la pedagogía? Que no sea solamente una práctica aislada, sino parte de una política educativa del Estado peruano, que recaiga en las aulas de clase, en los niños
No lo he pensado en términos curriculares, no soy educador. Enseño en la universidad el curso de historia de la música. La gran mayoría de mis alumnos no tenían conocimiento de historia y teoría musical, esta ausencia es muy grande en la educación básica. Para poder enganchar, enseñar, me di cuenta de qué manera determinadas obras te hacen pensar determinadas cosas. En el momento de apreciación musical, centrarnos por ejemplo en el concierto N° 5 de Brandenburgo de Bach, en la idea de la arquitectura; o el arte de la fuga de Bach que es tan matemático y preciso, ver de qué manera el pensamiento de Bach organizaba el sonido con esa precisión matemática. Hay otras formas de pensamiento sonoro en las obras de Haydn y Mozart, que son muy equilibradas y buscan gustar, generar mesura y conmover. En general, esto hacía vivir a mis alumnos, también porque yo mismo lo había experimentado.
Siempre supe que la música evidencia un discurso racional, una gnosis, un conocimiento de la realidad. Ocurre también con la imagen. Las pinturas de Miguel Angel, Leonardo, Caravaggio, uno puede encontrar una concepción del mundo. Pero a diferencia de la pintura y la escultura, que son manifestaciones concretas, la música es muy abstracta, sobre todo la música instrumental.
―Abstracta y fugaz. La música aparece y se va. Acabo de recordar el ensayo Arquitectura y música de Héctor Velarde
La diferencia es que la arquitectura es un perpetuo inmóvil, como la pintura y la escultura. Están ahí, son plásticas. Pero la música es tiempo, existe en el momento en que estamos escuchándola. Tiene que ver mucho la memoria. Para entender la totalidad de una sinfonía, hay que tener en cuenta sus diversos momentos, muy pendiente del sonido que hemos escuchado unos segundos atrás. Es como la vida. Esto me enseñó Daniel Barenboim, la música solamente es un presente. Está permanentemente viajando hacia la nada. Eso nos obliga a un esfuerzo de intelección y abstracción más grande que en otras artes.
―Es un esfuerzo que, en estos últimos años, se enfrenta a muchos estímulos visuales que puede dar la sensación de que escuchar y vivir la música se vuelve algo de nicho, selecto, inusual, raro, hasta innecesario
Sí. Es curioso porque la cantidad de música que se ha grabado en los últimos treinta años es sorprendente. Si buscamos el catálogo de Naxos (disquera de Hong Kong), podemos encontrar música de todo el mundo desde el siglo XIII en adelante. A nivel global hay un público, tal vez no el mismo que escucha Katy Perry o Taylor Swift, pero creo que somos cien millones de personas que sí escuchamos música académica. (…) Es muy probable que en Perú seamos menos, porque la música académica está asociada a Occidente de manera injusta. No creo que el arte está asociado a nada, solo a la humanidad. El arte está felizmente contaminado, la música es contaminación pura, siempre se ha unido a todo.
―Es cultural
Es cultural, intercultural, multicultural. Es intersección constante. Todos los estilos que son llamados de Occidente, vienen de Oriente. Y cuando la música que proviene de Occidente se comienza a adaptar a cada realidad, se va fusionando con las experiencias sonoras de cada cultura. Esa es la grandeza de la música y el arte.
Ahora, lo que tú dices es bastante cierto, la atención cuidadosa de determinadas obras implica un silencio interior y una predisposición para estar en ese silencio. Una persona que tiene mucho ruido interior, le va a costar estudiar o detenerse en la música. Exige la misma atención que la literatura.
―¿Crees que el universo literario peruano está a la altura del universo musical peruano?
No soy un conocedor de literatura… A ver, ¿hay un Vallejo, Arguedas o Vargas Llosa en la música, con ese nivel de universalidad? No creo. No se han creado las condiciones para que nazca un músico peruano de talla universal. Sin embargo, tenemos músicos que sí son universables. Ocurre que no son compositores muy conocidos porque, por alguna razón, el ecosistema musical peruano no ha sido tan eficiente como el ecosistema literario. Lo que pasa es que la literatura es más asequible, no más sencillo; en la literatura el medio es la lectura paciente, en la música precisa tener mayores elementos contextuales. Para entenderla mejor, debemos tener clara la evolución, el proceso histórico. Por ejemplo, los contemporáneos a Vallejo, Argueda y Vargas Llosa tendrían que venir de la música de vanguardia, pero para la gran mayoría es música marciana, extremadamente rara. Lo que la mayoría de las personas disfrutan de la música académica, es la del siglo XIX para atrás, es como si a la gente que le gusta la literatura, leyera literatura barroca; se van a aburrir… A pesar de todo, hay músicos universables.
―¿Quiénes serían?
El que debería ser, así como hemos tomado a Machu Picchu y el pisco como emblemas nacionales, es Celso Garrido-Lecca, uno de los músicos más grandes de América Latina. Con mayor difusión, pudo haber tenido más fortuna. En música electrónica, hay dos grandes compositores: Édgar Valcárcel y César Bolaños. Deberían ser mucho más conocidos. También Olga Pozzi Escot y Alejandro Núñez Allauca. La mejor música peruana académica es la del siglo XX, pero en otros momentos también es interesante. En el barroco está José de Orejón y Aparicio, pero con este periodo ocurre que encontramos muchos músicos del mismo nivel, son músicos muy estandarizados, tienen una fórmula mágica típica. (…) El movimiento y el sueño de Celso Garrido-Lecca, basado en el poema de Alejandro Romualdo, está entre lo mejor que se ha hecho en la segunda parte del siglo XX.
―Se enfrenta a un problema de difusión musical. Es inevitable pensar en radio Filarmonía, probablemente el único bastión mediático que difunde música académica, sé que están pasando por un momento complicado para subsistir, ¿cómo evalúas este problema?
Soy de los que se han beneficiado de Filarmonía. Cuando era muy joven y tenía hambre de música, Filarmonía fue mi espacio natural de crecimiento. Muchos peruanos hemos ayudado a esta radio. Es muy particular porque en América Latina hay dos o tres radios de música académica. Es normal. (…) Para que Filarmonía pueda subsistir, intercala con diferentes géneros musicales, lo mismo hace Radio Clásica de España. Sin embargo, no es suficiente. ¿Por qué? Porque la música peruana, la más interesante que se da entre el modernismo y la música contemporánea, implica una educación musical. En lo personal, disfruto de la música contemporánea (Xenakis, Stockhausen) porque puedo contextualizarla, son clásicos. Pero si muchas de las composiciones peruanas, que son de vanguardia, post vanguardia, serialismo, post serialismo, electroacústica, las reproducimos en el Gran Teatro Nacional, la gente no lo va a disfrutar necesariamente porque no se han formado para escuchar cosas diferentes. Además, porque la música contemporánea es marciana, rara. Exige en el público una formación, una capacidad de interpretación y comprensión. Me llamó la atención una obra del compositor peruano Gabriel Iwasaki (algo referido a lo andino) en el Gran Teatro Nacional; muy interesante, pero bastante tradicional. Cuando acabó esta obra, la gente aplaudió porque era muy reconocible como composición. Es ese tipo de músicos que está queriendo superar el periodo de la vanguardia.
―¿Tienes indagaciones que no has podido responder en tu libro?
Lo que busca el libro es mover a las personas, animarlas a que escriban sus propias indagaciones. Estoy trabajando un tema más amplio, reflexionando sobre la música como vehículo de salvación, en su dimensión ética y biológica, el encuentro con lo que no es nombrable. Sigo tomando nota. Cuando escucho una obra, escribo una idea y trabajo sobre ella. Vivo inmerso en la música.
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