El 2021 se conmemoraron cincuenta años de la
publicación de “El movimiento y el sueño”, poemario del escritor
Alejandro Romualdo, que fue transformado en oratorio sinfónico por el
compositor Celso Garrido Lecca. La colaboración entre ambos artistas peruanos,
nos brindó una obra que, con la difusión debida, podría ser una de las cumbres
del repertorio contemporáneo.
Alejandro Romualdo (1926-2008), inició su camino literario más experimental
una vez que tomó la decisión de superar el coloquialismo castizo de “Edición
Extraordinaria” (1959), optando por la innovación formal en “Como Dios
manda” (1967). Luego, siguiendo esa línea, empezó a darle cuerpo a “El
Movimiento y el Sueño” (1971), centrándose en la disposición espacial de la
escritura, explorada germinalmente en su obra anterior. Todo ello, en un juego
de contrapuntos discursivos aleatorios, al modo musical “estocástico”, como lo
había concebido el arquitecto y compositor griego, Iannis Xenakis (1922- 2001).
Romualdo admiraba a Xenakis. En Paris, había escuchado a Pierre Boulez dirigir
las obras más célebres de Xenakis: “Metástasis” y “Pithoprakta”. Y
quedó marcado con las posibilidades estocásticas.
No sabemos en qué momento, Celso Garrido Lecca (N. 1927), se conoció con
Romualdo. El músico piurano había compuesto, por aquellos años, piezas
centrales de su repertorio como “Intihuatana” y “Estudio N. 1”. Y parece claro que ambos estaban conversando,
abiertamente, sobre el proyecto de transformar “El Movimiento y el Sueño”
en un oratorio secular de grandes dimensiones, donde lo humano - terrestre y
celeste- se articula desde el “polvo lunar y el polvo terráqueo”. Nuestra
especie ha conquistado al espacio. Los nuevos trabajadores, astronautas y
cosmonautas, ven a la tierra, cosmopolita, resplandecer a lo distancia. Pero,
ahí abajo, reina la necesidad y sus manifestaciones. Romualdo y Garrido Lecca
no ocultan su filiación ideológica de aquellos años. Al fin y al cabo, las
grandes obras de arte tienen pretensiones utópicas. “Han sido creadas, con
la mirada en lo alto del cielo/ y el libro de la sabiduría en la mano”. Como
escribió Romualdo en “La extensión de la palabra” (1974). Ernesto
Guevara y Neil Angstrom son el movimiento de distintos sueños.
La versión sinfónico- coral de “El movimiento y
el Sueño”, fue estrenada en 1972. Con el mismo Romualdo leyendo el
poema en el Teatro Municipal. Luego, tras volver a Chile, Garrido Lecca desechó
la partitura original, volviéndola a reescribir en 1983. La versión de 1983
ganó el Premio de Composición de Popular y Porvenir de aquel año. Pero, por
miedos ideológicos, no se grabó ni se volvió a interpretar. Hasta que, en el
2016, la Orquesta Sinfónica Nacional, junto al Coro Nacional, reestrenó y
logró, finalmente, una grabación digna, intensa y poderosa, gracias a la dirección
del maestro Fernando Valcárcel y a la lectura poética de Luis Peirano y Alberto
Isola.
Celso Garrido Lecca ha dicho que esta obra es su mayor composición musical.
Y, el mismo Romualdo, confesó que el largo poema fue, acaso, su mayor esfuerzo
creativo. Al extremo que, después del siguiente libro, “En la extensión de
la palabra” (1974), Romualdo no publicó nada más hasta el sorprendente “Ni
pan ni circo” de 2006. Es que los grandes esfuerzos de innovación estética
requieren un grado de conocimiento que no es fácil de dominar.
“El movimiento y el Sueño”, es una gran colaboración entre poesía y
música. Sigue la importante tradición de reuniones artísticas como la que
Beethoven desarrolló con “Una oda a la alegría” de Schiller; Mahler con “Luz
prístina” de Klopstock o el “Himno de la noche” de Nietzsche o
Shostakovich musicalizando a García Lorca y a Rilke. Pero no solo es una feliz
reunión. Lo logrado por Garrido Lecca, inspirado por Romualdo, puede estar al
nivel de grandes obras de la segunda mitad del siglo XX, como el “Réquiem”
(1965) de Ligeti, “Répons” (1981) de Boulez, “Sinfonía para 8 voces
amplificadas” (1969) de Berio, “El mito de Er” (1977) de Iannis
Xenakis o “Tabula Rasa” (1977) de Arvo Pärt.
Como obra integral, “El movimiento y el Sueño”, es uno de los hitos
notables de la cultura peruana. Pues es producto de nuestra propia evolución
artística, en diálogo simétrico con la modernidad y sin complejos de
inferioridad. Romualdo y Garrido Lecca hablan de “tú a tú” con
occidente, dando lecciones de real maestría. No es de extrañarnos. Pues nuestra
cultura tiene la ventaja de tener un pie en el mundo, como decía César Vallejo:
“Perú al pie del orbe; ¡yo me adhiero!”.
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