Entre 1777 y 1778, el joven maestro inició la composición de una seria de cuartetos para flauta y cuerdas dedicadas a un joven flautista aficionada (según se cree Ferdinand de Jean). Aun cuando no llegan a tener el brío de otras obras de cámara de Mozart, los cuartetos para flauta son obras mozartianas en toda su dimensión; poseen el aire liberado y calmo tan amable en el gran compositor austriaco.
Esta mañana escuché el cuarteto N. 1 en re mayor, KV 285, mientras el amanecer iniciaba su rito habitual y se iniciaba un día que nunca se sabe cómo va a terminar. El día puede concluir en un fin incierto y no programado. Pero en fin, Mozart está para siempre, así esté o no esté (el que escribe) en este mundo.
Cuarteto N. 1 en re mayor, KV 285. Movimientos: Allegro, Adagio y Rondó
No hay comentarios:
Publicar un comentario